viernes 21 de noviembre de 2008 01:43 Director
Rufo Gamazo Rico
Sobra gente pa tó»: Caldera, en el prólogo y José Blanco, en el epílogo de la Cumbre de Washington. El pensador de Béjar preparó en la fábrica socialista de ideas, algunas notas para la intervención de Rodríguez Zapatero ante el selectivo foro mundial; según parece, no fue sometido al previsto juicio de memoria histórica Ronald Regan, tenido en los apuntes por culpable principal de la crisis como promotor del neoliberalismo.
La verdad es que la izquierda no perdona ni olvida otras deudas del autor de la caída del Muro de Berlín. Siempre de guardia, el número 2 del PSOE se ha apresurado a dar su «autorizada interpretación» de las actas de la cumbre financiera. Es normal que cada feriante cuente la feria según le fue el negocio. Pero resultaría palmaria la intención de contarnos la Cumbre de Washington no según los hechos que el narrador podría estimar favorables a sus intereses, sino fabulando y mintiendo la realidad.Entre todas las prontas y lógicamente interesadas explicaciones de los gobernantes partícipes en la conferencia, reacciones de políticos y comentarios mediáticos, sería muy difícil encontrar uno coincidente con la versión del vicesecretario José Blanco. Se ha decantado cierto grado de consenso en estimar que de la cumbre ha salido fortalecido el sistema económico de mercado; con este fin claramente anticipado, la convocó Bush a los grandes poderes del mundo; por muy zote que lo supongan sus irreductibles adversarios, no iba a caer en la vergüenza de invitar a su casa en vano. Mas el presunto perspicaz José Blanco opina -y los socialistas con él- que el presidente de los yanquis ha fracasado en lo que se considera su agónico canto del cisne. Esta es la sentencia del número 2: «Aquí (en la cumbre de Washington) las tesis estadounidenses de más mercado y menos Estado se han acabado». O sea: según Blanco, la cumbre se ha decidido por menos mercado y más Estado. ¿Es que vamos a tener más Estado? La pregunta acaso se le ocurra al espectador que aún recuerda que un socialista catalán declaró la agonía del Estado en aquellos lares. ¿Es que se ha pensado en reanimarlo para tener más Estado y cumplir las previsiones que al decir de Blanco ha acordado la Cumbre de Washington? Se advierte un punto contradictorio con la versión de Blanco, en las rotundas, taxativas afirmaciones de Rodríguez Zapatero: «Nada de medidas proteccionistas, con lo de algún modo se limitan discutibles atribuciones del Estado. ¿Componen estas palabras la esquela de defunción del proteccionismo? En la mayor parte de las autonomías no le guardarían luto; aunque en las que siempre fueron favorecidas, acaso se percibiera cierto rechinar de dientes. En este país nuestro abundan los aficionados a certificar defunciones. «El ultraliberalismo ha muerto en la Cumbre de Washington» ha declarado a El Mundo la socialista secretaria de Relaciones Internacionales. Si como se nos antoja, se trata de un deseo, vale; si se ofrece como certificado de defunción, habrá que esperar para reconocerle validez. Antes de partir para Washington, Zapatero había pronosticado que en la cumbre la economía sería desplazada por la política. No se cumplió el pronóstico; ¿por que obcecarse intentando hacer ver victorias políticas donde intencionadamente no se libró ninguna batalla de tal naturaleza?
Es variadísima la gama de opiniones sobre el resultado de la famosísima cumbre. Para unos, nada entre dos platos; para otros, un evento memorable que va a modificar profundamente la economía mundial: los primeros se sienten defraudados seguramente porque esperaban demasiado; los segundos habían calculado muy limitadas las expectativas de la alta reunión. Las cosas son como son y es preciso contentarse. Los jefes de Estado y de Gobierno convocados han llegado a cierto consenso en las causas y posibles soluciones de la crisis. No es motivo de extrañeza que se haya confiado a ulteriores reuniones un estudio más detenido del problema. Diríase que conforme a viejas rutinas, se ha nombrado una comisión. Pero se han señalado a los gobiernos orientaciones comunes. Que cada uno les saque el provecho que pueda. No deja de ser un reto comprometido.
La Opinion de Zamora