Juan C Escudier Acaba de decir Zapatero que la economía pintará en bastos durante “la primera fase de esta nueva legislatura” y esto es una novedad porque, hasta la fecha, aquí no había crisis sino desaceleración y lo demás era una artimaña del PP para afearle las estadísticas.
De buenas a primeras nos afecta la marcha de Estados Unidos, la crisis de liquidez de los bancos, la escalada del precio del crudo y de las materias primas, además de nuestras dificultades propias en el sector de la construcción, en inflación y en déficit por cuenta corriente. Con todo ello tendríamos que echarnos a temblar, pero Zapatero es tan optimista que predice que todo será un paréntesis, un kit-kat jodido tras el que retornaremos al crecimiento y el empleo. Habrá más parados ahora, sí, pero sólo por un tiempo.
Así ha comenzado el discurso de investidura del candidato a la presidencia, una intervención en la que hemos conocido en más de hora y media la idea de España de Zapatero, con la que es difícil no coincidir, sobre todo en sus aspectos más líricos: “Un país próspero, que genera la riqueza duradera que es la que brota de la inteligencia y no de la explotación de la naturaleza ni de la mano de obra barata y descalificada”. Bonito, ¿verdad?
Pero como no todo podía ser poesía, y lo de la economía es un tema muy serio –al menos ahora que ya han pasado las elecciones-, Zapatero ha anunciado un plan de choque con carácter inmediato, en el que junto al cumplimiento de la promesa de devolver 400 euros en el IRPF a pensionistas, asalariados y autónomos, se adelantarán las devoluciones del IVA a las empresas y se arbitrarán medidas para favorecer al sector de las construcción: bajarán los impuestos a rehabilitación de viviendas, el Estado acelerará la obra pública, se ampliará el aval público para que a los promotores de VPO los bancos les den financiación y se pondrá en marcha un plan para recolocar a albañiles y asimilados.
A tenor de la pasada campaña y de la orgía de promesas electorales vivida entonces, se podía pensar que tras dar a la crisis carta de naturaleza iba a llegar ZP con las rebajas. Pero no. Lo prometido será deuda y dos huevos duros. “Mi idea de España –ha dicho- es la de un país que supera unido las dificultades, una sociedad que no abandona a nadie ene l infortunio. No, señorías, no habrá recortes en derechos sociales: al contrario, seguiremos ampliando derechos y políticas sociales”.
El discurso ha ofrecido pocas novedades respecto de lo conocido. Eso sí, ha mencionado el tema del aborto para decir lo obvio: que la ley establece lo que los médicos y las mujeres no pueden hacer, pero también lo que sí pueden. Respecto a la inmigración y ante el predecible aumento del paro, Zapatero ha prometido expulsar más y mejor, además de implantar fórmulas que faciliten el retorno de estos trabajadores: capitalizando la prestación por desempleo de los inmigrantes y concediéndoles microcréditos.
Para los problemas acuciantes como el del agua en Cataluña, el candidato socialista ha augurado lluvias, porque sólo asi se puede entenderse su promesa de que no faltará agua para el consumo humando ni habrá restricciones sin mencionar ninguna medida adicional.
Se esperaba con expectación el capítulo de pactos, donde se ha dirigido nominalmente a Mariano Rajoy para contar con él. Ha esbozado varios: uno contra el terrorismo, donde lo planea con todos los partidos y no sólo con el PP; otro para la presidencia española de la UE en 2010; un tercero sobre la Justicia, que sigue siendo un cachondeo, que diría Pedro Pacheco, y siguen sin renovarse el Constitucional y el CGPJ; un acuerdo de financiación autonómica, otro de igualdad de trato, para la que se anuncia una ley que tendrá que hacer cumplir lo que ya dice la Constitución, esto es, que no hay discriminación salarial ni sexual; y uno último para que la Expo de Zaragoza y la Copa América de Valencia salgan divinamente.