Enric Sopena
Hemos sabido que el cardenal Rouco Varela dice que reza por Zapatero, pero envía a sus curas a cursos de formación que imparten políticos del PP. Le enoja a Rouco –como a casi todos sus colegas en el episcopado español- la asignatura Educación para la Ciudadanía. Prefiere, sin duda, el Gran Jefe del Clero Español, la Formación del Espíritu Nacional, en modernizada versión genovesa. Cada día que pasa la cúpula de la Iglesia católica nos provoca más asombro y más estupefacción.
¡Mayor Oreja, Gustavo de Arístegui o Benigno Blanco, entre otros, adoctrinando a los capellanes de la diócesis de Madrid, mientras no faltan oradores que hablan de los inmigrantes como lo hubiera hecho más o menos Le Pen! Esta gente volvería a crucificar a Cristo, que fue un inmigrante al fin y al cabo, y aplaudirían su ejecución. ¿A quién se le ocurre pronunciar el sermón de la montaña, o las bienaventuranzas, o exhortar el amor al prójimo, o recordar que el pobre Lázaro entró en el cielo, mientras se quedaba fuera, por cierto, el rico Epulón.
¿Iglesia católica, teóricamente universal? No, en absoluto. Esta Iglesia no es universal. Es la Iglesia o, mejor dicho, la secta del PP. O de la derechona, que es sinónimo. Es la Iglesia de todos aquellos que se complacen, por ejemplo, viendo el fajín del general Queipo de Llano –el genocida de Sevilla o el matón de Andalucía-, exhibido por la Maracena en la hermosa y fascinante Semana Santa andaluza.
¡Qué lejos, infinitamente, qué lejos de ese fajín blasfemo se encuentra el Cristo de los gitanos, que escribiera don Antonio Machado y musicara, décadas después, Joan Manuel Serrat! “¿Quién me presta una escalera,/ para subir al madero,/ para quitar los clavos/ a Jesús el Nazareno./ ¡Oh, la saeta, el cantar/ al Cristo de los gitanos,/ siempre con sangre en las manos,/ siempre por desenclavar!/ ¡Cristo del pueblo andaluz,/ que todas las primaveras/ anda pidiendo escaleras/ para subir a la cruz (…)”.
Estamos hartos de impostores como Rouco Varela. O como Alcaraz. Uno va de cardenal representando nada menos que a Cristo. El otro ha ido en estos últimos cuatro años de protector de las víctimas del terrorismo. Nada hay más noble, probablemente, que propagar las enseñanzas de Jesús el Nazareno o que proteger a los desvalidos que, en este caso, son las víctimas del terrorismo. Pero no es cierto. No es verdad. Se disfrazan de una cosa para ocultar lo que, en realidad, son: instrumentos de la derecha, especie de longa manu del Partido Popular y de sus aledaños.
Les recomiendo el magnífico libro, todavía reciente, de Ian Gibson sobre Machado. Encontrarán reflexiones profundas de un hombre agnóstico, quizás ateo, en torno al cristianismo. Quien se emocionaba con el Cristo de los gitanos –que tanto nos sigue emocionando hoy leyéndolo o escuchando al titiritero Serrat- buscaba al Cristo verdadero. Nunca don Antonio quiso estar entre los impostores.