Federico Jiménez Losantos
La resaca de la derrota electoral está siendo peor de lo que esperábamos. Si estará dando pruebas de fragilidad la dirección del PP que en el mismo día han saltado a la palestra dizque para ayudar al PP dos de sus enemigos más denodados, pertinaces y feroces: Gallardón y Cebrián, o al revés, o Cebriandón y Gallabrián, o viceversa, que todo es uno y lo mismo. Si el buitre y el quebrantahuesos coinciden en su vuelo circular sobre la majada es que huelen a oveja muerta o cordero enfermo y se prometen festín carroñero. Cada uno suelto podría ser una extravagancia. Los dos a la vez es una estrategia común.
El inquilino de Ambiciones se fue dos veces de la política en tres días cuando Rajoy no lo puso en las listas, a las que optaba con la evidente intención de apuñalarlo si perdía. Rajoy, en una feísima operación, le dejó llegar demasiado lejos y luego le cargó el muerto a Esperanza Aguirre, que lo aguanta todo y además le sienta bien. Lo que no te mata te hace más fuerte. Pero, ojo, ahí ya apuntó Mariano un rencor hacia Esperanza que debería sentir contra Gallardón. Malo. Y ahora se dibuja un nuevo grupo dirigente en torno al inconsútil Mariano en el que, además de los sorayos, sacan pecho Camps, Feijoo y Arenas como bastiones territoriales del continuismo y de la derrota en las urnas, con la excepción de Camps. Ni Aguirre, ni Cospedal, ni Valcárcel, ni Sirera, ni Herrera, ni siquiera Sanz parecen gozar de la predilección del Gran Timonel. Malo.
Gallardón, que como han demostrado estas elecciones no hace ninguna falta para que el PP gane en Madrid, piensa aprovechar el ataque fallero de Mariano para trepar a la chepa de Camps y proponerse de nuevo como salvador de los que no quieren ser salvados por él. Ni por su único aliado serio que es PRISA. Al tiempo, Cebrián dice que está muy interesado en tutelar el futuro de la Derecha. Ya verán los lectores cómo los lamelibranquios carcas y antiliberales y los infusorios sociatas y regres no le dicen a Cebrián lo que últimamente nos dicen a Pedro Jota y a mí. La razón es obvia: se supone que la banda de millonarios de izquierdas que está subastando España tiene derecho a alquilar la Derecha que le conviene, a la que sólo se le exige una cualidad: que acate la superioridad de la Izquierda. Gallardón, aparte del Metro, no ha hecho otra cosa en su vida. De forma que aquí tenemos de nuevo a la folklórica y a su madre. A la que dejaba la escena pero no se ha perdido una gala ni un contrato y al académico de la pasta gansa, el sectarián que, junto al difunto Polanco proclamó a Rajoy heraldo de la Guerra Civil.
Que nadie se quede en lo grotesco del gallardoneo matutino proclamando que se queda a apoyar a Rajoy «a cambio de nada», como si alguien que, lo repito, en estas elecciones se ha demostrado irrelevante para el PP en Madrid hubiera que pagarle algo por cumplir su contrato faraónico con los madrileños. Lo esencial de la gallabrianada matutina es el subrayado cebriandonesco vespertino. Los dos soberbios siguen a medias. Gallardón va a seguir haciendo el trabajo sucio de la Izquierda dentro del PP y contra los medios de comunicación que apoyamos una alternativa liberal al despotismo sociata. Y Cebrián querrá venderle a Zapatero que él controla a la derecha de alquiler, la que no aspira a ser alternativa de nada sino complemento de todo y, cuando se lo permitan, ordenada y obsequiosa sucesión de lo mismo. Éstos tampoco han perdido las elecciones.