La Sierra de Béjar y la Plaza Mayor de Salamanca
Roberto Bueno
Imagínense ustedes, señores… Aquella mañana el viento del norte nos subía a empujones hacia el Canchal Negro. Bordeando la fea valla que delimita las instalaciones de la estación de esquí (quien lo iba a decir: ponerle puertas al campo) divisamos los altos farallones rocosos y los verdes trampales de La Cardosa. Allí, mientras contemplábamos desde arriba la hermosa cubeta glaciar de La Cardosa, uno de mis compañeros de marcha comentó con terrible lucidez:
“ Imaginaros, por un momento, que la Plaza Mayor de Salamanca estuviera rodeada en su parte exterior de torres metálicas que levantaran por encima de los edificios de la plaza. Imaginaros que estuvieran unidas por pasarelas horizontales que rodearan a esa altura todo su perímetro y que las torres verticales estuvieran equipadas con ascensores dispuestos a subir a los turistas para contemplar desde lo alto esta maravilla arquitectónica. Si todavía no os habéis desmayado, pensad que para un mayor disfrute y comodidad de los visitantes, en medio de la plaza, a 30 metros de altura, hubiera un restaurante-terraza-mirador para disfrutar de la panorámica mientras se saborea un tentempié. Como las torres estarían ancladas en la parte exterior de la plaza y las pasarelas y restaurante no tocarían fachadas, gárgolas o rosetones de los insignes edificios, nadie debiera estar en desacuerdo con un proyecto que aumentaría el atractivo turístico de la vieja ciudad. Y ahora despertad…
En Salamanca no permitirían tal cosa ”. El ejercicio de imaginación que nos proponía nuestro compañero es fácilmente comprensible, pues todo el mundo conoce la Plaza Mayor de Salamanca. Sin embargo, pocos son los que conocen aquellos rincones de la Sierra de Béjar sobre los que planea una destrucción parecida. Es el caso de la pequeña, pero única, cubeta glaciar de La Cardosa y en la que GECOBESA, a través del Master Plan de ampliación de la estación de esquí, pretende retirar “algunas piedras, instalar señalizaciones, paravientos y un remonte de 200 metros de longitud para la evacuación de esquiadores”. Además, la pretendida ampliación de la estación de esquí propone en otras partes de la zona de La Covatilla, construcciones de balsas gigantes, ampliaciones sucesivas del aparcamiento, nuevas pistas y remontes y construcción de un restaurante panorámico en la cumbre. Eso sí, en palabras de GECOBESA, se pone “especial énfasis en conservar sus valores naturales”.
Salamanca es Patrimonio de la Humanidad, nominación concedida hace muchos años por la UNESCO, y sólo imaginar que pudiera cometerse un desatino semejante produce mareos. Pero de igual manera la Sierra de Béjar ha sido nombrada hace escasos meses Reserva de la Biosfera por la misma UNESCO. Este galardón es equiparable al que ostenta nuestra capital de provincia y por eso deberían ser impensables proyectos de desnaturalización tan grandes como los pretendidos. Más bien al contrario: una nominación de esta magnitud tendría que ser acicate empresarial para sacar una legítima rentabilidad económica respetando los valores naturales de la sierra, motivo de alegría para los habitantes de la zona y de orgullo institucional para Ayuntamientos, Diputación y Junta de Castilla y León. Sin embargo, ha sido lamentable la postura de aquellos mandatarios que han tenido en sus manos la posibilidad de valorar en su justa medida el patrimonio natural del que disponemos, como ha hecho la UNESCO desde fuera de nuestras fronteras, y no lo han hecho. Cuando lugares como la vieja Tarraco, Mérida, Guadalupe o las murallas de Lugo obtuvieron el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad, o cuando Picos de Europa, Lanzarote, las Bardenas Reales o Monfragüe obtuvieron el de Reserva de la Biosfera, desde las instituciones se promovieron todo tipo de celebraciones y actos dignos de tal mención, haciendo partícipes a empresarios y ciudadanos que se implicaron con orgullo y entusiasmo.
Aquí ha sido muy diferente. Es difícil encontrar un lugar en donde un reconocimiento de esta magnitud fuera esquivado, en su día, por los gobernantes locales. Incluso hay algunos sectores económicos de Béjar y Candelario que piensan: “ La que nos ha caído encima. Además de estar en la Red Europea Natura 2000, ser Zona de Especial Protección para las Aves, Lugar de Interés Comunitario y su posible creación como Parque Natural, ahora nominan a la Sierra como Reserva de la Biosfera. ¿Pero a quién se le habrá ocurrido? Así no hay manera de hacer nada, no se podrán ampliar las pistas, no nos permitirán construir cafeterías a 2000 metros, no vendrá el turismo, será la ruina y el futuro de nuestros hijos estará en peligro “.
Es necesario desechar estos temores infundados propios de épocas remotas en las que primaba un malentendido desarrollo, y empezar a actuar como una sociedad de pensamiento avanzado, dando al medio natural el valor real que tiene y, por supuesto, aprovecharlo en beneficio de sus habitantes. Afortunadamente así lo entienden un número cada vez mayor de instituciones, sectores sociales y personas de a pie que, con una información veraz, luchan contra cantos de sirena o letanías catastrofistas. Como ejemplo mi compañero de marcha que, además de rodado montañero, era un esquiador habitual de La Covatilla. La locura del proyecto de ampliación de la estación de esquí lo ha convertido en activista contra el mismo y, probablemente, persona no muy grata entre sus antiguos compañeros de nieve. Él y todos los que así pensamos, creemos que es posible la práctica del esquí en la Sierra de Béjar, pero enmarcado en una forma de desarrollo verdaderamente sostenible en una zona agraciada con tan grandes valores naturales. Por eso seguiremos subiendo al Canchal Negro con la resignación de ver unas tristes vallas a la izquierda del camino, pero mirando a la derecha con la esperanza de seguir contemplando las turberas de La Cardosa con la misma admiración que nos produce la Plaza Mayor de Salamanca. © Roberto Bueno