Después de la sentencia

Un alegato contra El Mundo, la COPE y el PP
E.P.C/1-11-07
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua dice del vocablo “vergüenza”, en su segunda acepción: “pundonor, estimación de la propia honra. Hombre de vergüenza.” Vivir sin vergüenza es una decisión personal que suelen tomar las personas amorales que no están sujetas a los códigos usuales por los que las personas decentes acomodan sus conductas a principios éticos, aunque sólo sea para sentirse bien consigo mismos. Las personas desvergonzadas tienen a su favor que pueden defender una cosa y la contraria sin sentirse atenazados por una convulsión interior; eso también les da la facilidad de no verse involucrados en problemas que violenten su dignidad personal y su honra, porque al no verse ceñidos a esos valores, su perversión no les causa una incomodidad que ni sienten ni padecen.

Desvergüenza y miedo
España es un universo tolerante con las personas amorales porque esa desvergüenza también produce miedo. Quienes carecen de principios no tienen los límites de los demás humanos y por tanto sus códigos de comportamiento son imprevisibles. La cobardía imperante en una sociedad que predica el que las personas no se busquen problemas, termina por permitir a los desvergonzados figurar como personas decentes.

Una larga lista
Todo esto viene a cuento de la literalidad de la sentencia firmada por los magistrados Fernando García Nicolás, Alfonso Guevara y Javier Gómez Bermúdez. En síntesis, es un alegato contra la actitud de personas como Mariano Rajoy, Ángel Acebes, Jaime Ignacio del Burgo, Eduardo Zaplana, Vicente Martínez Pujalte y todos los dirigentes del Partido Popular que contra la evidencia y sólo porque creían que beneficiaba a sus objetivos políticos, han estado manipulando los hechos relativos a la sangrienta matanza de Atocha sin ningún respeto por la verdad, las víctimas, sus propios electores y la opinión pública.

Todo claro
No hay rastro de ETA en el sumario y sí una contundente condena de los autores materiales vivos, los que no se suicidaron en Leganés. Se establece con toda claridad cómo sucedieron los hechos y quiénes colaboraron con ellos.

¿Y los predicadores?
Si los políticos que han participado en esta irracional ceremonia de la confusión están estigmatizados para el futuro, ¿qué decir de los predicadores mediáticos de toda esta falacia?

Profundo desprecio
Los lectores de El Mundo y los oyentes de la COPE que no estén atrapados por la irracionalidad de un fanatismo, tendrían que salir corriendo de sus propias costumbres. No puede haber una persona cabal que siga comprando ese periódico o escuchando esa emisora sin asistir a un acto de masoquismo con la verdad: toda la sarta de manipulaciones, mentiras, montajes e insidias fabricadas por Pedro J. Ramírez, diseñadas por sus colaboradores y elaboradas por los periodistas que han firmado las crónicas, merecen el más profundo desprecio porque se han situado mucho más allá del amarillismo periodístico para asentarse en la práctica más ignominiosa que puede hacer quien pretende ser periodista. Manipular el dolor de casi doscientas familias de las personas asesinadas para hacer negocio y maniobras políticas es lo más execrable que puede hacer un periodista.

Deberían reflexionar
La grandeza de nuestra democracia permite que El Mundo se siga editando y que incluso pueda haber gente que tenga el derecho a seguir sirviéndose su propia dosis de intoxicación cada mañana. Pero lo ocurrido debiera convocar a las personas y a la instituciones decentes a evitar toda colaboración con un clima de confusión que facilite que los canallas puedan pretender ser honrados.

Razonable propósito
Los ministros del Gobierno, el propio presidente, los políticos de los partidos democráticos, las instituciones económicas, deben saber que cada colaboración con El Mundo los estigmatiza también a ellos porque son los colaboradores necesarios de que el amarillismo de este periodista amoral siga pudiendo tener una existencia vicaria de honestidad.

La COPE…
De la COPE poco hay que decir que no se haya dicho. Su Dios tiene que estar espantado de observar cómo la radio de los obispos ha sembrado el odio y la insidia. Ellos, que quieren regular la sociedad civil de acuerdo a su credo, se permiten predicar lo contrario de lo que dicen tener como dogma.

El obispo de Jaca y Huesca
Quiero mencionar expresamente al obispo de Jaca y Huesca, Jesús Sanz, y a su pastoral del 11 de marzo pasado. Decía el pastor de Dios que “no pondrán mas obstáculos a la verdad –en alusión directa al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero- de la maraña confusa y confundida de (otra) matanza, el 11-M, cuya sospecha les mira…” Qué bueno sería que el obispo de Huesca y Jaca demostrara que es un hombre de vergüenza y dictara una pastoral dirigiendo paz en vez de odio a sus propios feligreses, una vez que hay sentencia y que las cosas han quedado claras.

Pedir perdón La gravedad de lo que se deriva de esta sentencia debiera establecer un nuevo Rubicón que dejara fuera de la honorabilidad política a todos los políticos, obispos, periodistas y gentes que quieran tener una relevancia pública, si no son capaces de pedir disculpas por la graves ofensas proferidas a los muertos de Atocha, a sus familias, a los funcionarios públicos que se han dejado la piel para que esta sentencia sea posible, y a todos los ciudadanos decentes de este país a los que se les ha obligado durante tres largos años a convivir con tanta inmoralidad que ahora es inevitablemente despreciable.